Año: 1994
Autor: Santiago Cirugeda
Web: http://www.recetasurbanas.net/
Nada más comenzar a cursar la asignatura de proyectos arquitectónicos en la escuela de Sevilla, donde luego pasaría largos años, me animé a participar en un concurso internacional para la ampliación del edificio Chrysler en Nueva York.
De manera inmediata y casi inconsciente, planteé que el nuevo edificio tenía que mantener una íntima relación con aquel esbelto y bello edificio, más allá de compartir solar en la Avenida Lexinton.
El programa funcional cumplía con todos los requisitos del concurso: cine, auditorio, y teatro, todos ellos elevados sobre pilares que atravesaban los 20.000 m2 de oficina que formaban la base del nuevo edificio. Yo además le incorporé una estructura-embarcadero donde se posaba un enorme aeróstato que en ciertas ocasiones especiales cambiaba su posición estática para realizar un vuelo que le llevaba hasta la cumbre del edificio, pensado en su orígen como puerto de embarque para los dirigibles (la ilusión futurista que se tenía en la época; transporte aéreo mediante el uso de esos inventos flotantes que tras numerosos accidentes terminó por desecharse su uso).
En dicha posición elevada se establecía una relación entre ambos elementos de la cual salía un tercero hibridado, que mantenía la identidad de sus progenitores: la imagen característica art decó del Chrysler y la ligereza del aerostato. Finalmente ese elemento construido acabaría por ubicarse en vacíos urbanos donde pudiera ser modificado, intervenido o manipulado para otros usos no programados.
Los comentarios repetidos por algunos profesores, que veían en varios de mis proyectos “tendencia uterina”, palabras textuales, resonaban en mi juvenil cabeza como argumentos dudosos.
La certeza del posible resultado en el concurso apareció cuando llegó un sobre a casa de mis padres desde Nueva York. No hizo falta abrir el sobre para ver que mi proyecto no había llegado a buen puerto. Tanto el sobre como la carta con el fallo del jurado venían preciosamente decoradas por varios capiteles jónicos y algunos basamentos dóricos.
Definitivamente no eran ni la institución ni el jurado idóneo para la propuesta.
Pero, ¿a que era bonito el proyecto?.
No hay comentarios:
Publicar un comentario